lunes, 4 de agosto de 2014

“Hay crecimiento económico pero las desigualdades se mantienen”


 Por: Carlos Noriega 

En la siguiente entrevista, Laureano Del Castillo, director ejecutivo del Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES), analiza las políticas del gobierno dirigidas al sector rural, a los pequeños productores agrarios, que constituyen la población de mayor pobreza en el país y en la que se presentan los mayores problemas de desnutrición y anemia infantil, o de falta de acceso a una educación de calidad, entre otros aspectos que afectan un adecuado desarrollo de los niños.  

En el Perú hemos tenido la última década un crecimiento económico importante, hay reducción de la pobreza  pero en términos menores de lo esperable de acuerdo al crecimiento económico, y las desigualdades se mantienen. ¿Cómo ve la relación entre crecimiento económico y reducción de la pobreza y de las desigualdades?

Muchos economistas y políticos neoliberales nos dicen que el crecimiento económico genera necesariamente desarrollo y rompe con las desigualdades, pero lo que vemos en el Perú, y en otras partes del mundo, es que hay crecimiento económico pero las desigualdades se mantienen, e incluso se incrementan. Esta forma de desarrollar el país que estamos viendo ha generado riqueza, pero esa riqueza se asienta solamente en algunas partes, eso lo vemos con claridad cuando salimos de Lima. En Lima el incremento de automóviles es impresionante, pero uno sale de Lima y no encuentra eso, o lo encuentra solamente en algunas capitales de departamentos o de provincia, pero cuando uno va saliendo de estas ciudades encuentra que la pobreza se mantiene y en algunos lugares incluso se ha incrementado.

La pobreza monetaria a nivel nacional es 24 por ciento, pero a nivel rural llega a casi el 50 por ciento, es decir casi tres veces mayor que la pobreza urbana. ¿Qué ha sucedido en los sectores rurales en esta última década de bonanza económica?

En términos generales, la pobreza rural bordea, efectivamente, el 50 por ciento, pero hay algunos bolsones rurales donde la pobreza es mayor. Con el crecimiento económico ha habido un beneficio, eso no se puede negar. En las últimas décadas hemos tenido un crecimiento impresionante de las ciudades por distintos factores, como una pobreza rural que ha alimentado un proceso, que no es solamente peruano sino mundial, de urbanización, de gente que viene a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida. En Lima y en diversas capitales de departamentos están concentrados una serie de servicios que no hay fuera de esas ciudades. También se incentivó esta migración a las ciudades en la época de la violencia, la gente huía de la violencia en el campo y se iba a las capitales de departamentos. Hay un crecimiento de las ciudades y en algunas zonas, incluso, un despoblamiento de las zonas rurales. Junto con eso, hay también problemas estructurales que se mantienen en la agricultura. El Estado peruano cuando ha invertido en el campo lo ha hecho sobre todo en la costa, en las zonas más productivas, olvidando las otras zonas del país. El programa Mi Riego, de pequeñas irrigaciones, es uno de los pocos ejemplos de una política contraria a esa concentración de la inversión en la costa. El crecimiento económico tiene que ser acompañado por una serie de medidas, de políticas e incentivos, para promover el desarrollo en las zonas rurales.

Los defensores del modelo de desarrollo señalan que también se ha dado un importante crecimiento en la agricultura…  

Distingamos.  Las grandes cifras nos dicen que en general hay un crecimiento de distintos sectores de la economía, incluyendo la agricultura, es cierto, pero ese crecimiento de la agricultura se ha concentrado en la agricultura de exportación, en la agroindustria. Si sacamos la agroindustria de exportación, tenemos una realidad de pobreza en la inmensa mayoría de los productores agropecuarios.

Pero también hay exportación de pequeños productores agrarios. 

Efectivamente, no solamente exportan los grandes productores, sino también pequeños productores agrarios, como es el caso de los agricultores de Tumbes que exportan plátanos, pero estadísticamente la mayor parte de los pequeños agricultores son minifundistas y están en situación de pobreza, ellos tienen que complementar sus ingresos con otras actividades, algunas  de estas implican, por ejemplo, desplazarse a trabajar en la coca en algunas épocas del año o hacer minería informal o ilegal.

¿Qué políticas de desarrollo agrario tiene el gobierno para este sector de pequeños productores, que es la población de mayor pobreza en el país? 

Si uno mira los últimos 25 años, lo que vamos a encontrar es una política agraria que apunta a favorecer a las grandes empresas y a la agroexportación. Las obras de riego, por ejemplo los proyectos Olmos, Majes Siguas II, apuntan a eso. Pero para el pequeño productor agrario, que provee el 70 por ciento del consumo de alimentos de origen agrario en el país, es muy poco lo que se ha hecho. Recién vemos algunas medidas, como el proyecto Mi Riego de pequeñas irrigaciones, o una ley que incentiva la organización de productores en cooperativas agrarias, que lamentablemente no ha tenido el reglamento que debería haber tenido para estimular el movimiento de los pequeños productores aislados hacia cooperativas. Son todavía cosas muy pálidas frente a una realidad que demanda esfuerzos grandes, que, eventualmente, no significa demasiado dinero, pero, por equidad, así como el Estado ha invertido grandes sumas para apoyar el desarrollo de la agroindustria y la agricultura de exportación, ahora que estamos creciendo podría destinarse una parte de estos recursos a la pequeña agricultura.

¿Más allá de los programas sociales, hay inversión, hay políticas específicas del Estado para desarrollar las zonas rurales, para combatir temas claves como desnutrición y anemia infantil?  Hay zonas rurales donde la desnutrición infantil supera el 50 por ciento, regiones como Puno donde la anemia infantil llega al 70 por ciento. ¿Qué se está haciendo respecto a eso?

Se está haciendo muy poco. El programa de alimentación escolar Qali Warma, por ejemplo, es un programa interesante inspirado en la experiencia brasileña, pero lamentablemente se tomó la experiencia brasileña a medias. La experiencia brasileña integra dos esfuerzos: de un lado apoyo del Estado en la alimentación infantil escolar, y por el otro lado el apoyo a los productores agrarios, básicamente a los pequeños productores. De esta manera, se atiende la oferta de alimentos para cubrir la demanda para estos niños. El programa Qali Warma tiene como objetivo básico proveer de alimentos de calidad, nutritivos, para los niños, pero sin haber trabajado con la anticipación debida la promoción de los pequeños agricultores para que organizados puedan satisfacer esa demanda de alimentos, entonces vemos esfuerzos aislados en ese sentido. Todos sabemos que la vialidad es uno de los estímulos que permite el crecimiento de la agricultura.  Hay mucho que hacer en este campo. Hay muchos otros aspectos por hacer para desarrollar  las zonas rurales. Por ejemplo, promover la investigación en términos agrarios y la difusión de conocimientos, no solamente conocimientos científicos o tecnológicos, sino también de los conocimientos tradicionales que tienen estas poblaciones que vienen lidiando con la naturaleza durante siglos y en muchos aspectos están mejor adaptados que los ingenieros que salen formados de las universidades sin mayor práctica en el campo. Hace falta mucho esfuerzo y volver a mirar el campo con otros ojos. En ese sentido, las universidades tienen un rol clave, pero desgraciadamente muchas de ellas siguen mirando otras cosas.

¿No hay una política de desarrollo rural?

No lo hay. No hay una política sostenida de desarrollo rural pensando en las mayorías. Es necesario mirar los temas de largo aliento, mirar la composición de nuestra pirámide poblacional y cómo ha ido cambiando para hacer inversiones ahora. No sigamos perdiendo más tiempo y hagamos los ajustes y cambios necesarios para garantizar que en 10 ó 20 años no sigamos discutiendo estos temas.

¿Cuáles son las claves para transformar el crecimiento económico en un desarrollo que sea sostenible más allá del boom económico y que tenga en su eje la reducción de inequidades sociales, especialmente las que afectan a las zonas rurales y a la  infancia? 

Los esfuerzos en ese sentido tienen que venir desde fuera del mercado, o junto con el mercado. El mercado solo no va a romper estas inequidades y desigualdades. En este asunto al Estado le compete un rol central, haciendo cosas como el programa Mi Riego, que es algo positivo pero que estuvo pensado para gastar mil millones de soles el año pasado y no hubo capacidad de gasto. El Estado tiene que hacer programas bien pensados, bien articulados, bien ejecutados. Al mismo tiempo, el Estado puede hacer otras cosas, porque el Estado no solamente es capacidad de gasto, también es capacidad de convocatoria de otros sectores de la sociedad. El Estado podría, perfectamente, ver iniciativas para beneficiar a estos sectores de pequeños agricultores y a sectores del empresariado. En términos de nutrición, tenemos, hace más de un año, una ley de seguridad de la alimentación de los escolares, pero el reglamento todavía no sale. Hubo una gran protesta de los empresarios de las industrias alimenticias que decían que el Estado se iba a meter a decirle a los padres y a los niños qué debían comer, bueno, si el libertinaje genera problemas de salud que finalmente el Estado tiene que asumir, obviamente el Estado tiene que cumplir en este tema una labor importante. Hace falta una política más agresiva para el aprovechamiento de productos nativos muy alimenticios.

¿En esta última década se está desaprovechando un importante crecimiento económico para tener políticas que apunten a un desarrollo sostenible, para reducir las desigualdades? 

Creo que sí. Efectivamente, se está desaprovechando este crecimiento económico. Lo han advertido varios economistas, no ahora sino hace una buena cantidad de años: aprovechemos los recursos económicos que tenemos. Hemos tenido muy buenos años de crecimiento económico y lo que hemos hecho es poco. Algunos sectores se han beneficiado, la agroindustria ha crecido y eso muestra cifras importantes en términos de crecimiento agrícola, pero el grueso del sector agrícola no ha crecido. Más allá de normas, declaraciones, documentos conteniendo políticas, lo importante es que estos se apliquen y que eso se haga concertadamente con la sociedad.

¿No hay una política de desarrollo sostenible?

Diría que hay chispazos, medidas aisladas que no alcanzan a vincularse. Hay algunos planes, se ha aprobado una estrategia de seguridad alimentaria, pero esos elementos no solo tienen que juntarse, sino que deben ser medidas sostenidas en el tiempo y articuladas con distintos sectores. Es lo que pasa muchas veces en el Congreso, aprueban una ley y piensan que por aprobar la ley la realidad cambió, pero esto no es así.

¿Cómo ve los programas sociales del gobierno? La apuesta del gobierno es enfrentar la pobreza y las desigualdades con los programas sociales. ¿Eso es suficiente? 

Los programas sociales son insuficientes. Ellos por sí mismos no resuelven los problemas estructurales. Los programas sociales son necesarios, hay que mantenerlos, hay que mejorarlos, pero hay que articularlos a medidas que efectivamente permitan hacer eso de no regalar pescado sino enseñar a pescar. Hay esfuerzos aislados en ese sentido, pero la apuesta del gobierno en la lucha contra la pobreza y la desigualdad está concentrada en los programas sociales.

¿Cuáles son las medidas centrales necesarias para enfrentar los problemas estructurales de pobreza u desigualdad?

En el sector agrario es fundamental que el Estado retome una actividad de investigación y difusión agraria, que se pase de pensar en respuestas de aumento de tierras agrícolas en términos de grandes irrigaciones, para pensar en pequeñas irrigaciones. Las grandes irrigaciones no solamente cuestan un montón de dinero, sino que han mostrado que por distintas razones han terminado reduciendo su vida útil y han afectado tierras agrícolas. Tiene que haber también una política muy agresiva de volver a mirar eso de lo que nos enorgullecemos tanto los peruanos, que es la biodiversidad. Tenemos que hacer un esfuerzo bastante grande para volver a abrirnos a lo que tenemos: una producción muy diversa, con diversidades culturales, hidrológicas,  agrológicas. En la industria tenemos que ver, por ejemplo, cómo relacionamos estas importantes inversiones mineras con una pequeña producción que abastezca más una serie de insumos y de servicios que necesitan las empresas mineras. En pesquería debemos ver cómo pasar de la idea de pescar anchoveta para exportarla a Europa y Norteamérica para alimentar cerdos a mirar más bien la producción de pescado para consumo nacional. Desde que tengo uso de razón, escucho a los ministros decir: se va a abaratar el pescado y se va a poner en la mesa popular; han pasado las décadas y seguimos con el mismo problema, incluso creo que el pescado  está cada vez más lejos de los sectores populares.

El gobierno ha señalado que la prioridad de su política social son los sectores rurales de mayor pobreza. ¿Cómo se está expresando en los hechos esa prioridad que se le da en el discurso al sector rural? 

Hay una política económica que tiene grandes líneas: promover y favorecer la presencia de grandes inversiones, en la idea de que esas grandes inversiones son, sobre todo, inversiones extranjeras, ni siquiera inversiones nacionales, olvidando que en la agricultura, por ejemplo, el pequeño agricultor también invierte su trabajo, sus pequeños recursos. Tenemos una disociación, que parece ser una herencia desde los años ‘90: por un lado la política económica promueve esto, y por otro lado, seguimos con políticas sociales que son paliativos. Si no generamos condiciones para mejorar los accesos a mercados de pequeños productores, como los campesinos, la posibilidad de reinversión por parte de los pequeños, en realidad lo único que vamos a hacer es seguir con paliativos, políticas, programas sociales, tal vez más eficientes, pero que no resuelven el problema de fondo.

¿Diría entonces, en ese sentido, que el modelo económico y de desarrollo, es el principal obstáculo de una política de inclusión social que vaya más allá de los programas sociales?

Sí, es un obstáculo contraproducente. Mientras se siga manteniendo un modelo económico que genera desigualdades, va a generarse la necesidad que se mantengan programas sociales.

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